¿Qué habrá sido de Alejandro?
Dicen que un verdadero aventurero abraza el desconocido sin temor alguno. Lo ve más bien como una liberación de una rutina que enferma y no le deja ver más allá de sus propias fronteras. Mucho más tranquila se quedó Paula Díaz cuando dejó su cargo de gerente en un banco, y decidió conocer el mundo. Después de un largo viaje de más de 12 horas llegó en Mongolia en donde nada más bajar se encontró con un paisaje maravilloso y salvaje. Se subió en una furgoneta, llegando por fin en una pradera remota donde le estaban esperando unos nómadas y que le llevaron a su yurta-una tienda de campaña cubierta con paja y lonas de lana. Y eso de que tuvo una pizca de suerte por encontrarse ahora, en ese mismo instante, en este sitio magnífico, ya que hace años había ayudado a un tal Alejandro con unas problemas bancarios. Y, él fue quien le había organizado el viaje como una recompensa por la gran ayuda que le prestó. Se despertó el siguiente día muy relajada y con muchas ganas de explorar el entorno. Se subió en una furgoneta llena con otros viajeros, emprendiendo un largo viaje hasta el desierto Gobi
Un puñado de caballos salvajes pasteaba cerca de las dunas preciosas de arena. Le sorprendió mucho, cuando al acercarse a uno de ellos, este le dejó acariciarlo bajo la mirada de asombro de los turistas. Y grande fue su sorpresa cuando vio un 4×4 estacionado cerca de una yutra, un poco desgastada, y allí a ¡Alejandro! estando de pie.
-¿¡Pero, bueno, no decías que ibas a volver a Canarias!?-le dijo Paula a Alejandro muy estupefacta.
-Iba a retomar la misma rutina de siempre, pero ¿para qué? Mira estos paisajes, contempla su infinidad sin ningún retoque humano, observa la libertad y humildad en estos ojos nómadas. ¡No hay mejor lugar que el en que uno se sienta libre, sin preocupaciones y sin ninguna atadura!
Una llamada inesperada interrumpe su conversación.
-¡Ahora llego…! Apaga el móvil, coge las manos de Paula, mirándola con gran afecto:
-¡Tengo que irme! Uno de los nómadas está en apuros pero, ¡no te preocupes! Ya nos vemos por la mañana. Te enseñaré a vivir, a saborear la vida.
Dicho esto, Alejandro se montó en el coche y, a gran velocidad, desapareció en el horizonte, dejando atrás suya nubes densas de polvo.
La estaban esperando en la furgoneta. Perpleja, decide subirse. Al encontrarse en su yutra, estalla en una risa contagiosa, quizá un poco nerviosa. <<¡Alejandro, Alejandro…!>> Y así, Paula se duerme pensando nada más que en Alejandro.
Era una mañana espléndida. Rayos juguetones de sol acariciaban su rostro. Paula era eufórica, aérea y decidió encontrar a Alejandro. Había preguntado a todos los que se encontraba en su camino por un tal Alejandro, sin nadie que sepa quién era.
Se hizo de noche. Preocupada se dirigió hacia una comisaría para reportar la desaparición de Alejandro. Le hicieron entrar en un cuarto apartado donde le estaba esperando un agente de policía.
-¿Está usted segura de que ha hablado con Alejandro?-le preguntó el agente a Paula.
-¡Claro qué si! Hemos estado platicado un buen rato al encontrarme con el en unos de esos viajes habituales para los turistas. Me lo he encontrado a las colinas del desierto.
El agente le miraba fijamente, tendiéndole una fotografía. A Paula le temblaban las manos al mirarla. Balbuceando, le dijo al agente:
-¡Es Alejandro! ¿Pero como…?, estallando en lágrimas al ver el cuerpo sin vida de Alejandro. Y en ese momento recordó algo que, al principio, no quería concebir o dudar: ese entonces cuando Alejandro cogio sus manos, ella notó una intensa sensación de frío, perdida y abandono que invadían su cuerpo al desprovisto.
-¿¡Entonces…!?-le dijo alterada Paula al agente, mareandose.
Un encuentro en el más allá. Un relato bien llevado. Me gustó leerlo.
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¡Gracias!
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Existen. Gracias.
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