Mujer saharaui

Era el año 1975 cuando la vida de muchas personas iba a cambiar para siempre. Un año terrorífico, infernal, de torturas, violaciones, matanzas, humillaciones, pero entre todos estos acontecimientos perturbadores vamos a destacar el papel importante de las mujeres saharauis que han destacado por su valentía y ingenuo, convirtiéndose desde habituales amas de casa en temibles guerreras por los ocupantes genocidas marroquíes. Es una historia para despertar conciencias, para reavivar esa humanidad que yace en cada individuo, y aún más para esas personas que destrozaron ese puente vital y energético que les llevaba a su propia libertad.

Nuestra historia empieza a las orillas del Océano Atlántico, en un día poco soleado, con nubes densas y grisáceas- un cuadro en perfecta similitud con lo que iba a surgir al improvisto. Aunque la temperatura no era de las más favorables para disfrutar del agua de este océano joven y imperioso, habían niños que poco les importaban ese aspecto, de echo muchos hacían careras entre olas gélidas y juguetonas. Los mayores tomaban el té, acompañado de diversos pasteles de almendras y coco, contemplando con admiración las siluetas infantiles que se percibían nadando sin pudor, sus manos dando la impresión de tocar el horizonte con cada inmersión y sumersión de sus cuerpecitos frágiles en un océano infinito y que por su tranquilidad a muchos les pueden engañar, llevándoles en una profundidad oscura, en un “cementerio “ con almas perdidas y hambrientas. Las gaviotas volaban lentamente, mientras que algunas paseaban por la playa tranquilas buscando un tesoro, quizás algún cangrejo extraviado o alguna almeja que se dejó llevar a las orillas por las corrientes engañosas del océano. Algún pescador de más lanzaba su caña de pescar, a veces consiguiendo atrapar a alguna corvina que con su carne exquisita y jugosa cautivaría hasta al más exigente paladar. Toda esta armonía se desvaneció en un instante, ya que un ruido molesto y punzante acaparó, por completo, la playa. Una decena de aviones de combates sobrevolaban la zona bajo la mirada alterada de la muchedumbre. Una lluvia incandescente de fósforo blanco se cae desde los aviones, mientras que una niebla de humo circundaba toda la zona. Gritos angustiados y un olor de carne quemada anunciarán la instauración del caos. Entre cuerpos tendidos sobre la arena, moribundos o agonizantes, una mujer de mediana edad se había salvado por milagro, pero eso no se puede decir de su hijo Bachir. Lo buscaba desesperada por toda la playa, llamándolo sin recibir ninguna respuesta, hasta que, de repente, entre unas rocas cerca de la playa había visto un cuerpo ensangrentado, sin soplo y que se movía involuntariamente con cada ola que chocaba esas rocas. Se quedó inmóvil, enmudeció, su cara se había puesto morada; enloqueció y esa locura hizo que se restregase la ropa, arañándose la cara, castigándose a sí misma por la muerte de su hijo. Se acercó al cuerpo, lo abrazó y lo besó, mirando los aviones que se perdían en el firmamento.

-¡Malditos seáis, carroñas infernales! Habéis arrebatado la vida de mi pequeño pero yo os comprometo que os encontrare y os haré comer vuestra propia carne y vuestra propia mierda hasta que os moriréis ahogados con vuestra propia salsa-dijo Soufya, chillando y llorando sin control.

Cogio el cuerpo de su hijo y los dos se alejaron de las orillas turbias del océano. Se adentraron en el desierto. Se paró cerca de unas dunas majestuosas y empezó a excavar un hoyo. Metió el cuerpo dentro del hoyo y lo cubrió cautelosamente con una manta fina y suave de arena y en el sitio donde estaba su cabeza puso una piedra para recordarle donde lo había enterado.

-¡Te vengare, hijo mío, te vengare, aunque si esa fuera la última cosa que hiciera!-dijo Soufya enloquecida y casi desvaneciéndose por el dolor.

-¡Adiós, cariño mío! ¡No tengas miedo, mami siempre estará contigo! Ahora tengo que irme, ya que tú abuela se ha quedado sola y tú ya la conoces, así débil y frágil, una flor del desierto que siempre te defendió y te quería más que a nadie. Pero, volveré…. Se había ajustado su ropa, y con mucho rencor y dolor en el corazón siguió su camino por el desierto. Había caminado un buen rato, pero se paró al oír el ruido de unas camionetas. Se tendió sobre la arena en el mismo tiempo en el cual se habían parado las camionetas. Unos soldados marroquíes bajaron y sacaron desde atrás de una camioneta a un viejo, un hombre y a un niño-todos ellos saharauis. Les puso en fila, riéndose y humillándoles.

-¡Vamos, excavad, excavad….! Y los tres se pusieron a excavar hasta hacer un gran hoyo.

-Y, ahora, ¡saltad en el hoyo! Los tres saltaron atemorizados dentro del hoyo. En la otra camioneta habían más personas que al enterarse de lo que iba pasando, empezaron a gritar y a patear el interior de la camioneta.

-¡Esperad aquí! ¡Qué ninguno se mueva!-les dijo un soldado a los tres, mientras que se dirigían hacía la otra camioneta.

El niño ni les miraba, quedó aturdido, casi sin aire, con la mirada perdida y ojos humedecidos por lágrimas inocentes que irrumpieron sin cesar. El viejo cogio la cara del niño entre sus manos arrugadas, acariciando su frente, susurrándole:<<¡Vamos, chico, ahora es el momento! ¡Corre, corre y no te atreves mirar atrás!>> El viejo le dio un empujón al niño y ese empezó a correr, consiguiendo escapar de los soldados. Adentrándose en el desierto, se encontró con Soufya tendida todavía sobre la arena.

-¡Ven, acércate, no tengas miedo!- le dijo Soufya al niño. El niño consintió y se tendió cerca de Soufya.

-¡Yo te protegeré…!-le dijo Soufya al niño, abrazándole.

Y así como empecé a contaros esta historia, así os dejaré a vosotros a imaginaros el final de los dos. Esta historia es solo una pieza de un puzzle infernal que nunca acaba.

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9 comentarios en “Mujer saharaui

    1. Me alegra de que te haya gustado…. La verdad es que estoy preparando un libro de poesía y relatos, y que pienso publicarlo en Amazon. No sé exactamente cuando lo voy a publicar, pero ¡eso,si! los relatos serán más detallados. ¡Qué tenga un Buen Día!

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